Fabio Martínez Buses, ‘zorras’, piojos y ‘motoratones’ La situación del transporte masivo es crítica en cada ciudad, y cada una tiene sus especificidades.

La crisis del transporte público en las principales ciudades del país es una verdadera tragedia, comparable con la que se vive en los países más atrasados del planeta donde no existe ni planeación ni responsabilidad social.

En Colombia existen dos razones fundamentales que han puesto en crisis la movilidad de sus ciudadanos: una, el gobierno nacional ha priorizado el interés privado financiando una infraestructura y una malla vial para los monopolios del transporte sin exigirles ninguna responsabilidad social; dos, ha abandonado a su suerte a los ciudadanos que para desplazarse a su lugar de estudio o trabajo, tienen que hacer miles de malabares, en un sistema de transporte masivo irregular y deficiente, que en principio, se vio como algo novedoso y creativo.

Al apoyar al sector privado del transporte, el gobierno asfixió a los pequeños propietarios de buses y busetas dejándolos literalmente en el asfalto. Con el agravante que el novedoso transporte masivo que hoy controlan los grandes monopolios, comenzó a hacer crisis al no tener la cobertura suficiente para llegar hasta aquellos barrios lejanos donde vive la gente y nunca regularizó los tiempos de llegada, complicándoles más las cosas a sus usuarios.

Hubiera sido mejor que mientras el transporte masivo no cubriera todo el perímetro urbano y regularizara sus tiempos, no se desmontara el antiguo sistema de buses, que con sus deficiencias, llegaba hasta el último rincón de la ciudad.

La situación del transporte masivo es crítica en cada ciudad, y cada una tiene sus especificidades.

En Bogotá el problema de la movilidad es crítica pues el Transmilenio, que en principio se vio como un modelo a seguir, no llega donde el usuario lo demanda, propiciando, de esta manera, la piratería; y no cumple con la regularidad en tiempos que necesita un transporte moderno para que la ciudad sea eficiente. ¿El alcalde Petro y el Ministerio del Transporte saben cuánto dinero pierde Bogotá cuando un transmilenio se demora media hora para recoger a sus horarios?

Esto, sin tener en cuenta, la ausencia absoluta de una cultura ciudadana, donde algunos pasajeros, poniendo en riesgo su vida, se cuelan en los buses articulados, generando caos y desconcierto.

En Cali, una ciudad que fue cívica cuando existían los atractivos buses de colores, el Mío (que no es nuestro sino de unos monopolistas del transporte), ha hecho aguas, generando una variada y curiosa gama de medios piratas informales: en la Sultana del Valle conviven el taxi colectivo, el auto particular, el motoratón (con casco a bordo para los pasajeros, generando una epidemia de piojos entre la población) y las carretillas o ‘zorras’ de cuatro patas, que el alcalde Guerrero no ha podido desterrar violando la nueva legislación sobre protección de animales.

La única ciudad que está pensando la movilidad de una manera planificada y con responsabilidad social es Medellín. Por algo fueron los pioneros en la construcción del Metro y una cultura ciudadana que desde un principio estuvo integrada a la movilidad.

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Fabio Martínez

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